Friday, September 19, 2008

Para los amigos que nos quedan

Léase en voz alta levantando una caja de vino barato
Hace un par de años, en el marco del Salón del Autor Audiovisual, recorrí junto a unos amigos cada conferencia y cada proyección. Entre ellas, la de un corto documental de pésima factura e ininteligible contenido, cuyo realizador conocíamos por su ampliamente difundida calidad humana. Al final de la proyección, Samuel Moreno, joven realizador, emitió sobre el director del documental uno de los juicios más agudos que he escuchado hasta ahora referidos a una creación artística: “este man es muy buena gente, pero no tiene amigos”.
La afirmación de Samuel tenía un sentido preciso: un buen amigo le habría dicho al realizador a tiempo que su trabajo no merecía cruzar la frontera que separa lo privado de lo público, que debería repensarlo, rehacerlo o, simplemente, abortarlo.
He recordado esta anécdota porque fui víctima de una experiencia similar hace unos pocos días durante la proyección de un cortometraje barranquillero, esta vez en el marco de In Vitro Visual, espacio ya tradicional de los martes bogotanos en el que se proyectan los trabajos audiovisuales de una creciente generación de realizadores colombianos y extranjeros.
“Todo pudo cambiar en un segundo con una mirada; todas las historias de amor comienzan con una mirada”.
Miradas urgentes es el nombre del tercer cortometraje realizado por la dupla barranquillera conformada por Alana Farrah Roa y Bertha Quintero, con el apoyo de la Universidad del Norte y Telecaribe.
“Lugares comunes” habría sido una buena alternativa para titular este corto repleto de clichés narrativos y audiovisuales. Sábanas rojas, amores imposibles, imágenes superpuestas en cámara lenta, pasos de tacones que se alejan, voces en off reflexionando sobre el amor y el tiempo, una misma escena desde tres planos distintos, sonrisas de niñas, paneos del cielo sobre el mar, llamadas nocturnas, falsos “te-amos”, miradas urgentes.
Sin duda, en cuanto a realización, este trabajo supera ampliamente a La cita y Esquiletto, los dos cortometrajes anteriores de Farrah y Quintero –el primero sobre una cita y el segundo sobre un artista enamorado y la muerte–. También es cierto que cuenta con un mejor reparto, que el sonido deja entender todos los diálogos, que las luces están puestas en su lugar, que es visible que contaron con recursos y que hicieron un esfuerzo.
Esfuerzo que no se concreta porque los actores están parados, rígidos, como fichas de ajedrez sobre un tablero improbable. Porque la actuación de Alejandra Borrero es insuficiente para rescatar a un personaje plano, de diálogos y narraciones en off tan profundas como: “Tal vez sea lo mejor para los dos”, “A veces uno no reconoce el momento en que todo puede cambiar para siempre, porque pasa a cada segundo” o “Ni un silencio, ni un impulso, ni una mirada… algo que pudiera cambiar el curso de los acontecimientos”. Porque no hay historia, ni personajes, ni ritmo. Porque la circularidad es ingenua. Porque la música original es monótona. Porque lo que las luces bien puestas iluminan no difiere demasiado de lo que vemos en televisión nacional después de los noticieros, sólo lo lleva a otro nivel de cursilería que, a diferencia del caso de nuestra tele, no da risa.
Los recursos con los que fue producido este corto se deben en parte a la Beca del Ministerio de Cultura para Coproducción de Cortometrajes. Esto quiere decir que se trata de recursos del Estado, lo que quiere decir que son recursos provenientes del pago de nuestros impuestos, lo que quiere decir, a su vez, que entre todos pagamos la realización de Miradas urgentes y que, por lo tanto, tenemos derecho a recibir algo bueno a cambio de lo que pagamos o a quejarnos, en caso contrario.
La iniciativa y la buena voluntad no son suficientes. Hay mucho talento en Barranquilla, talento desperdiciado, talento sin acceso a las herramientas, talento haciendo cosas interesantes con escasos recursos, talento que tiene derecho a protestar cuando los que pueden hacen menos de lo que pueden. La concreción de trabajos descuidados, mediocres, sin contenido, sostenidos sobre bases blandas, que no dicen nada y/o que lo dicen mal, sólo contribuye a agrandar archivos, a engrosar la ya gorda insatisfacción –o peor aún, en muchos casos, conformismo– de un público sediento como lo es el barranquillero y, lo que es más nocivo, a bajar los estándares de calidad que servirán de referente a próximos proyectos, quizá conformes con ser al menos mejores que esto.
La doble función de cortometrajes de In Vitro Visual se completó esa noche con un maravilloso corto francés. Una cuidadosa dirección de arte crea los matices y el espacio en el que transcurre la original y divertida historia en la que se ven envueltos tres personajes bien logrados e interpretados. El comienzo del segundo corto interrumpe el silencio incómodo posterior al final de Miradas urgentes. El público, sentado en el piso del bar, se debate entre la duda de si realmente terminó, si se trataba de una especie de broma o si era el promo de una telenovela próxima a estrenarse en la televisión privada nacional.
El público de In Vitro Visual suele otorgar un aplauso discreto de condescendencia a los esfuerzos menos exitosos. Esta vez, el silencio es tajante.
La sensación de vacío gástrico que dejan los once minutos de proyección de Miradas urgentes remite a las palabras de Samuel Moreno. A veces es mejor tener buenos amigos que digan verdades dolorosas a exponer al público productos que no debieron habitar en lugares distintos a nuestros insomnios. Palabras que seguramente nadie les dijo a Farrah y Quintero, y que cobran vida, esta vez de manera paradójica y a la vez lapidaria, en la dedicatoria que aparece en letras blancas sobre fondo negro al final del corto, justo antes del silencio del público, “para los amigos… que nos quedan”.

5 comments:

Unknown said...

De clichés y de imágenes reiventadas está lleno el cine. No conozco el talento desperdiciado de Barranquilla, y eso que me recorrido bien las aulas y las calles de la ciudad. Lo que sé es que si hay gente "en desperdicio" es por algo, bien porque no sabe reciclar, o bien porque no logra reinventarse, como el cine. Estoy de acuerdo, las buenas intenciones, como las palabras, no son suficientes para hacer cine. Conozco a muchos que viven de las palabras y a otros, que vuelven a ellas cuando huyen del ejercicio cinematográfico (como yo). Ojalá alguién más que tú o yo sientiera como suyo (aunque fuera por aquello que citas de los impuestos) el trabajo de Alana, y el de Roberto y el de Ivan y el de Julieta, y el de Leo, y el de todos los que se atreven a rodar. Sería el inicio de todo!!!

Calvo said...

Me parece algo superfluo esta crítica...
...Generalmente para sentarse a hacer una crítica verdaderamente objetiva, hay que tener un conocimiento cientifico y práctico de las cosas. este tipo de oficios hay que dejarlos para las personas que tienen historia y conocimiento (Franceces, Alemanes, hasta los mismos Gringos), que en algunos casos ellos suelen ser mas objetivos y captan mejor el talento.
Gracias.

Que pena por el tipo que escribio esto.

Medias con rombos said...

Si no tienen amigos por lo menos que tengan talento

pixshatterer said...

"hpara sentarse a hacer una crítica verdaderamente objetiva, hay que tener un conocimiento cientifico y práctico de las cosas. este tipo de oficios hay que dejarlos para las personas que tienen historia y conocimiento (Franceces, Alemanes, hasta los mismos Gringos)"... blah.

Por esa tara mental de sentirnos poca cosa para atrevernos a crear es q nada camina.

Certero post... llega al corazon del problema de una manera clara, evitando caer en minucias

Manuel Dueñas said...

El comentario de Calvo es estúpido y tercermundista. Ah, el concepto de tercermundismo es una creación exclusiva de "franceses, alemanes y hasta los mismos gringos".